Este es un sencillo plato que podemos preparar para tomar como aperitivo (servido sobre tostas), entrante o incluso, como segundo plato. Podemos prepararlo de un día para otro, o incluso, dado que durante el proceso de elaboración hemos de congelarlo, tener varias raciones en el congelador, listas para una cena improvisada con amigos, una visita inesperada, o simplemente para el día que no tengamos ganas o tiempo de cocinar.

En primer lugar, quitaremos la cabeza, la piel y la cola de las gambas. Estos restos podemos guardarlos para hacer un caldo de pescado o, simplemente un caldo de gambas. A continuación, con un cuchillo bien afilado, intentaremos quitar el hilo negro (los intestinos).

Una vez tengamos las gambas limpias, las introduciremos en una bolsa de plástico para congelar alimentos. Mejor si la bolsa es grande, ya que, con un rodillo tendremos que aplastar las gambas hasta que nos quede una capa muy fina que ocupará mayor superficie. Mientras vamos aplastando y extendiendo el carpaccio, intentaremos darle la forma que queramos, redonda, cuadrada, alargada, en función del plato o bandeja en el que lo vayamos a servir.

A continuación, introduciremos la bolsa en el congelador. Una vez nuestro carpaccio esté totalmente congelado, será muy fácil despegar la bolsa de plástico. Simplemente, cortaremos por un extremo, haremos un corte a lo largo de la bolsa y despegaremos el plástico, colocando el carpaccio sobre el plato o bandeja en el que vayamos a servirlo. Esperaremos a su descongelación.

En el momento de servirlo, lo regaremos con aceite de oliva virgen extra, pimienta al gusto y escamas de sal.